A mi hijo mayor

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A mi hijo mayor,

Nicolas Feliz

Estuve buscando por todos lados si en algún lugar había escrito esto.  Lo he pensado tanto, pero nunca lo escribí.

El día que quedé embarazada, sentí que te traicioné.  Sí, dramático, y sí, para muchas, ridículo.  Y, aunque en el fondo sabía que lo que estaba haciendo era regalarte una amiga para toda la vida, alguien con quien disfrutar tu niñez, alguien con quien compartir millones de momentos, alguien con quien chantajear a tus papás para que les compren algún juguete «para los dos» o una mascota, aún sabiendo eso, aún habiendo crecido con dos hermanos y siendo la hermana mayor, aún así, sentía que te estaba quitando tu momento.  Sentía que te lo estaba arrebatando de las manos de una forma tan repentina.  Y cuando te veía correr hacia nosotros, ser feliz con tu papá y tu mamá, lloraba de pensar cómo iba a cambiar tu mundo y tu no tenías ni idea.

Luego empezaron las nauseas, y esa culpa se convirtió todavía en más grande, no podía estar contigo, no tenía fuerzas, mi estómago no lo soportaba.

Pero, el día del parto, ese día fue el que me pegó más, nunca esperé estar tan nerviosa, nerviosa de dejarte solo, nerviosa de que íbamos a regresar y ya no ibas a estar solo con nosotros, pero sobre todo, nerviosa de que me pasara algo y no volver a verte, no volver a jugar contigo.

¿Y sabes qué he descubierto? Que todos esos miedos, esos traumas, esas locuras, estaban solo en mi cabeza, y aunque tienes celos, y le has pegado a tu hermana, le has tirado cosas, la has empujado contra el piso, aunque haces más berrinches que nunca, y no comes más de una comida al día desde ese día, sé que todo estará bien.  Te veo aceptarla cada vez más en tu vida, te veo querer jugar con ella aunque no puedes todavía, te veo ser feliz cuando ella «te comparte» sus galletitas de bebé, o «te presta» sus juguetes, te veo crecer y aceptar que nuestra familia ahora es de cuatro.

Quiero que sepas que yo fui feliz creciendo con hermanos, que no cambiaría nada de mi familia, si acaso, me hubiera encantado que hubiera sido más grande, y sé, lo sé, que vas a disfrutarte a tu hermana como a nadie, y no vas a recordar esa sensación de celos que tuviste las primeras semanas, y que todavía a veces expresas en tus berrinches.  Pero verás, hijo mío, que algún día estarás pidiéndonos más hermanitos, porque los juegos son más divertidos mientras más personas participen.

Quiero que sepas también que yo los amo como nada, por igual, y que tu mi  amor, tu me hiciste mamá, y nunca, nada, ni nadie, podrá cambiar eso.  Tu fuiste el primero que me hizo sentir ese amor, el primero que me hizo saber lo que son las lágrimas de alegría, el primero que me hizo temblar de miedo al bañarlo, el primero que me hizo sentir el corazón latir con una sonrisa, una carcajada, el primero que tomo mi mano y llenó mi alma completa, el primero que pudo llamarme «mamá».

Quiero que sepas mi vida, que aunque nuestros días solos fueron pocos, los disfrutamos muchísimo, pero lo que viene mi amor, te lo vas a gozar mucho más.

Y algún día seré yo la que extrañará nuestros días solos, porque seguramente lo que querrás será estar jugando por doquier, corriendo por la casa, saltando, y enseñando a tu hermana como eres un niño grande.  Pero no debes preocuparte por mí, yo seré feliz siempre y cuando sepa que tú lo eres también.

Así que ve, corre, salta, aprende, pero sobre todo vive y vuela mi amor, vuela.

 

 

9 razones por las que me encanta tener una niña

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Siempre quise tener una hija.  Tener un niño ha sido una experiencia maravillosa, y me ha hecho ser más fuerte como mujer.   Pero el día que quedé embarazada de mi segundo bebé, soñaba con tener la famosa «parejita».  Y se me hizo.  Llegó mi niña, mi muñeca.

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Desde ese día empezó lo que mi esposo temía, enloquecí con todo lo que se podía comprar, porque aceptémoslo, hay demasiadas cosas lindas, desde la ropa, los zapatos, los accesorios para el pelo, es simplemente otra experiencia vs cuando tienes niño.

Cada uno tiene lo suyo, me los gozo a los dos, lo que los hace diferentes es lo que me hace quererlos aún más.  Y así como hay cosas que me encantan de tener un niño, las siguientes son las cosas por las que soy feliz de tener una niña:

  1. Empecemos por la razón más superficial, que es me encanta poder vestirla, poder comprarle ropa, zapatos, accesorios.  Siempre fui de las que jugaban con muñecas, así que decorar a una bebé ha sido y seguirá siendo (hasta que ella me lo permita) hacer realidad mi sueño: tener una muñequita en la vida real.
  2. Me encanta saber que tendré una amiga para toda la vida.  ¿Saben esos planes que nos gustan a la mayoría de las mujeres con nuestras amigas? Ir a tomarnos un café, ir a ver tiendas, ver películas para niñas, ir al salón, etc, todos esos planes yo los hice con mi mamá también, y me emociona vivirlo como mamá, con mi hija.
  3. Muero por consentirla.  Así como mi esposo quiere comprarle robots de lego, carros eléctricos y ese tipo de juguetes a mi hijo, yo lo hago con consentirla de vez en cuando con esos accesorios que solo las mujeres entendemos por qué necesitamos.
  4. Enseñarle lo que sé de la cocina, hacer galletas juntas, experimentar con platos que probablemente nadie querrá comer, pero al menos reiremos en el intento.
  5. Me encanta pensar que podré prestarle mi ropa, que usará mis zapatos a escondidas, compartiremos nuestras bolsas y heredará mis joyas.
  6. Poder conspirar con ella y tener esos momentos de hablar de «cosas de mujeres».  Nada como esos días en que no puedes ni dormir, donde te desvelas platicando cosas que un hombre jamás entendería, desde chismes absurdos, colores de maquillaje, hasta filosofar de hasta donde puedes llegar en la vida.IMG_0712
  7. Acompañarla en esos momentos donde nuestra mamá es más que necesaria.  Todos queremos vivir esos momentos grandiosos de nuestros hijos (su graduación, su boda, etc), pero, hay momentos que me ilusionan de tener una niña, como ayudarla a escoger la ropa para su primera cita, a comprar vestidos para ir a sus primeras fiestas, a comprar su vestido de novia, acompañarla el día de su boda, el nacimiento de su primer hijo, etc.  Aunque, honestamente, me encanta saber que podré acompañarla en cualquier momento, si es que decide vivirlo, si es que le toca vivirlo.
  8. Quiero poder enseñarle a ser noble.  Durante mi niñez tuve etapas donde peleé con mis mejores amigas y la pasé mal, pero siempre aparecían esas amigas con alma de oro que me ayudaron a seguir disfrutando mi infancia.  Cuando veo la personalidad de mi hija, siempre sonriente, dulce como nadie, espero poder enseñarle a ser como ellas, a ser ese hombro para sus amigas cuando les rompen el corazón, a dar todo cuando la gente lo necesita, a ser una persona que ilumina la vida de quienes la rodean.
  9. Quiero enseñarle a ser una mujer fuerte, a hacer valer su voz, a marcar la diferencia en el mundo, a nunca dejarse aplastar, a no buscar aplastar a nadie, sino brillar con su propia luz, enseñarle que ser mujer es un rol fascinante, donde puedes ser todo, desde tener un trabajo envidiable, hasta dar a luz a un hijo, desde bailar ballet, hasta jugar futbol…  Quiero enseñarle que esa dualidad de la mujer, es lo que la hace maravillosa.

Y es que educar siempre será un reto.  Sea niño o sea niña.  Y espero, realmente espero poder lograr que esta niña sepa siempre que lo vale todo, y que la queríamos siempre, desde antes de que existiera, y que nunca, nunca, nunca, pierda de vista lo que vale.

Espero algún día poder ser para mi hija, lo que mi mamá ha sido para mí, y saber que nunca, jamás, volveré a sentirme sola.

Foto por Caro Berardi Photography

¡Felices Fiestas!

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Me ha costado muchísimo dedicar tiempo a escribir.   Entre organizarme para volver a la vida de mamá trabajadora, citas médicas, vacaciones, regalos navideños, etc, mi blog ha sido desplazado al último lugar en la lista de prioridades (buu!).  Pero, como escribí un par de posts atrás, dejé de exigirme poder hacer todo perfecto, y me enfoqué en lo que tenía que hacer estas semanas.

Espero poder dedicarle el tiempo que requiere de ahora en adelante, estaré intentando ponerme al día ahora que estaré libre, porque, me encanta y me hace falta.

En fin, quería tomarme el tiempo de desearles muy felices fiestas y todo lo mejor para este nuevo año 2016.  ¡Espero que sea un año lleno de luz y muchas cosas positivas!  Que cumplan todas sus metas o vayan en camino a cumplirlas.  Y si son mamás, que sus hijos logren cosas maravillosas, logren descansar y tengan un año lleno de sonrisas.

Mis mejores deseos,

Luisa

PD.  Las fotos son por la maravillosa Caro Berardi Photography, que no solo toma fotos espectaculares, sino también es súper linda persona.

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A mis amigas sin hijos

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Desde hace tiempo me he debatido en qué decirles.  Mi vida ha cambiado tanto que a veces no tenemos cosas en común.

¿Se acuerdan cuando hablábamos todos los días? ¿O cuando podíamos comentar el sábado de como había estado nuestra noche del viernes?

Creo que si les digo qué hice el viernes: bajar fiebre, limpiar un par de nalguitas sucias, sacarme leche mientras cenábamos, preparar la ropa de la natación, ir a la farmacia (porque siempre hay algo que hace falta, no necesariamente medicinas), y, cuando llegó el plan más esperado, acostarnos a ver una película, nos quedamos dormidos; seguramente se espantarían.  Probablemente no más de lo que las espanté los primeros meses cuando nació mi primer bebé, con mis llantos de desvelos, mi frustración de la lactancia o simplemente mi cansancio extremo.

Pero quiero que sepan que soy inmensamente feliz, aunque las arrugas en mis ojos, o las estrías en mi vientre parecieran decir otra cosa.

Eso no significa que tener hijos sea la única razón de felicidad.  Y si no está en su plan de vida, las entiendo perfectamente.  Porque aunque sea feliz, a veces envidio su libertad, a veces envidio la capacidad que tienen para descansar, o sus planes espontáneos, sus viajes sin cargar con millones de maletas, sus viajes con amigas, sus almuerzos sin convertirse en pulpo, sus idas al cine, sus carreras prominentes, pero sobre todo, el tiempo, el tiempo que tienen para devorarse el mundo.

¿Si lo volvería hacer? Mil y un millón de veces sí.  Aún con lo que trae, volvería a tener a mis hijos, siempre.  ¿Si tendré más? No lo sé.  No me pregunten eso.  Estoy en una fase de supervivencia, hay días que no sé ni cómo se llaman mis hijos, o qué día es, o si mi blusa combina con mi pantalón, muchísimo menos sé si tendremos más hijos.  Con los que tengo, tengo las manos llenas y el corazón también.

Sé que si ustedes ven el caos en el que se ha convertido mi vida, dudan de si quieren eso para ustedes.  Y es que yo no lo escondo, es difícil, es caótico, es agotador, pero es maravilloso.  A veces les muestro solo el lado terrible y no las bombardeo con los primeros aplausos, la primera gateada, los primeros pasos, las primeras sonrisas, será que me acostumbré a poderles decir todo, y las uso para desahogarme.

Sea cual sea su decisión, si quieren tener hijos o no, si pueden tener hijos o no, yo las apoyaré.  Porque si algo he descubierto es que por más increíble que sea, es una decisión que te cambia la vida.  Demasiado.  Así que sea cual sea en la fase en la que estén, disfruten el tiempo antes de tenerlos, o su tiempo si nunca los tendrán.  Disfruten las cosas triviales, una ducha larga, una comida caliente, manejar escuchando su música a todo volumen, dormir hasta tarde, dormir todo el día, dormiiiir, disfruten de dormir, hacer ejercicio sin presión de tiempo, hacer planes sin planear, disfruten todo.  Porque más adelante van a disfrutar, pero estas pequeñas cosas, seguro las van a extrañar.

Lo que puedo decirles sin lugar a dudas, es que las extraño como nunca.  Extraño poder estar en la misma página que ustedes, aunque sé que es imposible, extraño poder buscarlas para consejos, extraño poder hablar por horas.  Lo extraño.

Sé que probablemente no he sido la mejor amiga para ustedes.  Tengo tantos roles ahora, que me cuesta ser esa amiga que está presente en todo momento, esa amiga que puede acompañarlas en sus planes, en sus experiencias, esa amiga que siempre está allí.  No significa que no quiera hacerlo, quiero que sepan eso.

El día que estén en la misma fase que yo, me podrán llamar a deshoras, llorar en mi oído, sea cual sea su estilo de ser mamá, las entenderé completa y absolutamente, y sobre todo, seré feliz, feliz de compartir con ustedes el camino de la maternidad.

Foto por David Photoimagen

Usando básicos

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No sé si soy la única a la que no le encanta la moda de ahora, pero creo que no, lo he hablado con varias amigas.  No es que no se vea bien, es que simplemente no me gusta para mí.  Puede ser que sea porque ya envejecí, pero siento que a todas las blusas les hace falta la mitad. Y bueno, también puede ser que, después de 2 bebés, un par de estrías y algunos kilos de más, aunque me muriera por usar esas blusas, no podría.

Y en realidad, no es que quiera vestirme siempre a la moda, es que simplemente cuando voy a las tiendas donde siempre he comprado, no consigo casi nada.  Termino frustrada.

Así que por el momento, lo que más compro y más utilizo son los básicos.  Básicos, básicos, básicos.  Además, desde que soy mamá, vivo expuesta a situaciones donde mi vestuario corre riesgo… Proyectiles de comida, manchas de leche, tierra, crayones, etc. Es mucho más fácil reemplazar los básicos.

¿Qué es lo mejor de utilizar básicos? Que tienes ropa para cualquier ocasión, que combinándolos con algo fuera de lo común, un collar, un pantalón, un short, unos zapatos, puedes lograr verte espectacular, y se ve realmente tú estilo.

¿Cuáles son mis básicos favoritos?

  1. Colores neutrales: mi clóset está lleno de blusas y t shirts en colores neutros – blancos, negros, grises, cremas, rosado pálido.   Puedes combinarlos con jeans o con colores vivos para darles vida, o incluso con otro neutral para mantenerlo clásico.
  2. Texturas con encaje y blusas de jeans: para mí es clave tener esto en el clóset.  Me encanta que hacen parecer que hice el esfuerzo, cuando simplemente me puse lo primero que conseguí.
  3. Pantalones/shorts blancos, jeans y leggins: mi favorito son los pantalones/shorts blancos, pero se me ensucian tanto, que recurro a los leggins y los jeans para usarlos más seguido.  Los jeans han sido un básico siempre, y los leggins son los leggins, cómodos y prácticos.
  4. Collares largos: tengo un collar que utilizo más que ningún otro, es súper sencillo pero me encanta que lo puedo usar con todo.  Tengo varios collares cortos de colores, pero el que más utilizo es el largo porque es más fácil de combinar.

Así que la próxima vez que vayas a comprarte ropa y sientas que no te gusta las opciones que tienes, busca básicos, siempre están allí, y realmente no fallan.

Mamá: Jeans: Gap; Blusa: Express, Zapatos: Stradivarius; Bolsa: Zac Posen (via Gilt); Collar: J. Crew.  

Sales del hospital y tu bebé no

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Yo puedo decir que mis partos han salido súper bien.  No han sido perfectos, y probablemente para mí han sido horribles por el dolor, pero todo ha salido bien.

Ambos fueron inducidos, y ambos bebés tuvieron que quedarse en incubadora durante la primera noche.  Pero, mi primer hijo, tuvo que quedarse más que eso.

El tiempo que mi bebé pasó en el hospital no es nada comparado con el de otros.  Nacíó un miércoles, yo salí del hospital viernes, y él, domingo.  Fueron dos noches en casa solos.  Dos noches en las que lloré y no dormí porque pasé de sentirlo en mi vientre todo el día, a tenerlo en un hospital con horario de visita.

Ninguna mamá está lista para ese escenario.  Todas nos imaginamos ese momento de llegar a casa del hospital con nuestro bebé en los brazos, mostrarle la casa, su habitación, abrazarlo y besarlo, tenerlo pegado al pecho.  Pero, muchas veces eso no pasa, y sea 1 día o mil los que estamos separados, siempre se siente como una eternidad.

Mi hijo nació muy agitado.  Pasamos en labor casi 10 horas, yo venía de una gripe fuertísima con fiebre y tos, así que estaba tan cansada y adolorida que luego de la epidural me quedé dormida (si dormida, ya me habían dado otro medicamento para el dolor pero lo único que funcionó fue la epidural), así que dejé de hacer contracciones.  Mi hijo siguió intentando nacer y al final tuvieron que inyectarme más oxitocina para que pudiera dilatar por completo.  Todos los bebés al nacer reciben un puntaje llamado APGAR que determina si necesita ayuda con la respiración o está teniendo problemas cardíacos, mi hijo tuvo un puntaje más bajo de lo normal.  Así que después de darle un beso y sostenerlo unos segundos, se lo llevaron.

Esa noche fue horrible porque no podía verlo, estaba en incubadora y yo no podía dejar de estar preocupada, a pesar de que el doctor me aseguraba que todo iba bien.  Lo peor de todo era el vacío en mi vientre, después de meses de sentirlo moverse, de poder hablarle, de saber que estaba allí conmigo… No tenerlo cerca, es una situación difícil.  No sentí paz hasta la mañana siguiente que me lo llevaron ya cuando sus signos vitales se normalizaron.

Esa misma noche llegaron a buscarme para decirme que tenían que llevárselo de nuevo puesto que después de hacerle unos exámenes, habían determinado que tenía una infección e iban a empezar a darle antibiótico.  Me explicaron los horarios de visita, que podía ponerme el saca leches cuando no estábamos juntos para estimular mi producción de leche,  que todo iba a estar bien.  No podía parar de llorar.  Aunque fuera algo sencillo, no hay mamá que no quisiera que su bebé esté perfecto, y tenerlo en sus brazos.

Al día siguiente me explicaron que mi hijo tendría que quedarse en el hospital 72 horas por lo menos, que podía quedarme allí o irme a la casa.  Preferí irme a la casa.  No tenía sentido estar en el hospital si no podía verlo más que 3 veces al día por 1 hora.  Así que me tocó llegar a mi casa, ver su habitación, ver todo lo que tenía listo para él, y sentarme a esperar la hora de visita.

La gente te dice que aproveches a descansar.  Es más, hasta yo le digo a la gente que conozco que pasa por situaciones similares que descansen.  Pero ¿saben qué? Es imposible descansar.  Imposible.   Tu mente está en otro lado.  Ni siquiera me sacaba leche.  A pesar de que me bajó no podía sentarme con el sacaleches, el ánimo no me lo permitía. Lo que quería era sentir a mi bebé, quería dejar de preocuparme.

Todo salió bien y después de 72 horas llegamos a casa, pero no puedo negar que lloré muchísimo y me preocupé todavía más.

Admiro realmente a las mamás que pasan meses con sus bebés en el hospital.  Lo único que ayuda es saber que tiene los mejores cuidados posibles.  Pero el dolor de estar separados… No se compara.

Lo único que puedo decirle a otra mamá que pasa por una situación similar es que habemos muchas que estamos contigo.  Haya sido 1 día, 2 ó 3, entendemos.  Entendemos esa sensación de dormir sin tu hijo cerca a pesar de que tu sueño era hacerlo.  Entendemos el vacío en tu vientre y en tu corazón.  Entendemos las ganas interminables de llorar.  Entendemos los nervios y el estrés por que todo salga bien.  Entendemos el dolor de cruzar la puerta del hospital y que tu hijo se quede adentro.    Entendemos.  Quisiera poder decirte que descanses, y saber que podrás hacerlo. Quisiera poder decirte que todo estará bien.  Pero no lo sé.   Lo que sí sé es que hay muchas mamás que estamos dispuestas a acompañarte en esos días, noches o meses si lo necesitas.

Adaptándome a la vida de mamá trabajadora

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Todavía recuerdo mis últimos días antes de salir de maternidad, tenía miedo, en especial porque iba a pasar varios meses sin goce de sueldo (que pedí adicionales a la licencia de maternidad).  El tiempo se pasó volando.  No pude extrañar el trabajo.

Y ahora, se acabó.  Me gocé a mi hijo como nunca.  Me gocé a mi bebé muchísimo.  Escribí muchísimo en el blog.  Mañanas de piscina, tardes de galletas o pasteles, y a veces hasta siestas por las tardes.  Pero, ya estoy de regreso a la realidad.  A mí realidad.

Y con todo ese regreso a la realidad viene una etapa de adaptación.  Todo el mundo te pregunta cómo vas.  Para mí, es muy pronto para saber.  Todavía me consigo chupones (pepes) o carritos en mi bolsa, todavía mi hijo llora cada vez que me voy, todavía me mandan fotos y se me llenan los ojos de lágrimas, pero honestamente, siento que me ha ido bien.  Ha sido tan diferente a mi primer regreso, que realmente no sé si todavía no he aceptado que ya volví.

Y, en estos días, me he dado cuenta de ciertas cosas:

  1. Mis pies ya no están acostumbrados a los tacones.
  2. La memoria para almacenar dosis de medicinas, lugares de escondite de juguetes, letras de las canciones de niños, ha consumido todo el espacio que había en mi cerebro.
  3. A veces cuando me hablan una palabra activa una canción de niños en mi cabeza.  Alguien dice «un día» y yo en mi cabeza estoy «Hoy es un día especial, hoy es un día especial, lo esperé todo el año y por fin está aquí».  Esto necesita parar.  Ya.
  4. Los nombres de mis hijos son lo primero que viene a mi mente al tratar de recordar el nombre de alguien, esté hablando con quien esté hablando.
  5. Realmente perdí millones de neuronas en el embarazo.  O en el parto.  O dando de comer en la madrugada.  El tema es que las perdí.
  6. Estoy mucho más consciente de cuando me ahogo en un vaso de agua.  Los problemas no son tan grandes, en casa o en la oficina, todo tiene solución.
  7. He descubierto lo que es realmente pasar horas sin ir al baño, o sin tomar agua, por no querer perder ni un segundo.
  8. Sacarme leche sola en un cuarto de lactancia no se compara con darle de comer a mi bebé.  Valoro mil veces más nuestro momento.
  9. Vivir todo el día con hambre y no comer algo cada 30 minutos, es posible.  Cosa que creía imposible cuando tenía la cocina al lado, o las galletas de mis hijos en la bolsa.
  10. Puedo subir escaleras cargando 20 libras, de la mano de un niño, con bolsa y pañalera, pero subir escaleras con tacones, bolsa, computadora y sacaleches me hace sentir como si corrí 5K (o más).
  11. Mi tiempo vale oro.  El tiempo para platicar con la gente del trabajo es cada vez menor, el tiempo para los amigos es cada vez menor, el tiempo para el celular es cada vez menor, porque ahora mi familia y mi trabajo son los dueños del mismo.
  12. Una foto de tus hijos sonriendo puede hacerte llorar, una foto de tus hijos comiendo puede hacerte llorar, una foto de tus hijos llorando puede hacerte llorar también.
  13. Cuando alguien te pregunta por tus hijos inmediatamente le muestras mil fotos en el celular, a pesar de que no te pidieron verlo.  Sí, soy esa mamá orgullosa.
  14. No hay nada como la sonrisa de felicidad cuando te ven cruzar por la puerta.
  15. Lo que extraño más de mis hijos no son las cosas más grandes, sino las más pequeñas, la hora de almuerzo, el tetero de la tarde, y hasta las locuras de las mañanas.
  16. Es más divertido arreglarme en las mañanas con una película de niños en el fondo.
  17. Soy capaz de hacer millones de cosas en el día, mientras no pare, no me siento cansada.
  18. Aunque crea que nunca he estado tan cansada, siempre es posible estar un poco más.   Créeme.

Nunca dejará de ser difícil dejar a tus hijos en casa.  Nunca.  Pero, cada día presto más atención a las mamás que admiro y todos los días dejan a sus hijos en casa para ir a trabajar, verlas hace todo más fácil.  Si ellas pueden ser increíbles mamás, yo puedo también.  Así que a ti mamá trabajadora, te pido que no te rindas, porque aunque no lo sepas, lo más seguro es que tú seas para alguien: inspiración.

7 Tips para amamantar fuera de casa

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Cuando salimos con nuestro bebé mientras estamos amamantando, suele suceder que, estando fuera, llega la hora de comer.

Recuerdo las primeras salidas, me ponía tan nerviosa.  Ahora soy un poco más experta, pero aún así, mientras más crece mi hija, más difícil es.  Se mueve más y  no quiere estar cubierta.  Y es que, aunque sea natural, yo siempre me cubro.  Sé que muchas mamás no sienten pena de amamantar sin cubrirse, yo no soy una de ellas.

Les cuento qué me ha funcionado para amamantar fuera de casa:

  1. Darle antes de salir para no tener que hacer una parada de emergencia: en mi caso intento dejar 30 minutos reservados para dar pecho justo antes de la hora de salida.
  2. Pensar cuál sería el mejor lugar para darle de comer según el plan del día: hay lugares donde puedo dar cómodamente y lugares donde realmente no me gustaría darle, donde no hay ni donde sentarse, o donde simplemente me tocaría darle en el carro (porque jamás he dado en un baño).   Así que escoge tu lugar antes.  Por ejemplo en un centro comercial es más fácil porque hay sillones en varios puntos, restaurantes, etc, incluso a veces hay tiendas de niños que tiene cuartos de lactancia.
  3. No esperar a que el/la bebé llore de hambre: mi bebé come cada 3 hrs, es un reloj.  Si veo que ya se acerca la hora o está empezando a inquietarse,  me acerco al lugar donde le voy a dar.  Mientras más grande está, más importante se convierte esto, porque si tiene mucha hambre, se mueve muchísimo y tanto darle, como cubrirme son misiones imposibles.
  4. Usar ropa (tanto blusas como brassieres) de fácil acceso: blusas de botones y t shirts son mi uniforme para amamantar.  Los vestidos son un NO, a menos que sea de botones o especial para amamantar, de lo contrario ¿cómo?  Otro tip que me funciona es siempre tener una camiseta de tirantes debajo para estar cubierta cuando me levanto o abro la blusa.  Así es como me siento más cómoda, y la clave de todo es la comodidad.
  5. Hacer contacto visual con mi bebé al darle de comer: los bebés se inquietan mucho al estar cubiertos, y si no te pueden ver es más difícil que se calmen.  El contacto visual los tranquiliza.  Lo mejor para mí, son los cobertores tipo gabacha o delantal porque puedo ver a mi bebé.
  6. Usar ropa fresca: nunca había sudado tanto en mi vida como ahora que doy pecho.  Siempre fui friolenta, y ahora, sin importar si tengo el aire acondicionado frente a mí, cuando estoy dando de comer, siento que muero de calor.  Trato de no vestirme muy abrigada porque de lo contrario se convierte en un sufrimiento.
  7. Actitud relajada: a veces es estresante, en especial cuando tienes 50 personas a tu alrededor, tu bebé llora y tu no logras sacar el pecho sin que el mundo entero te vea.  Respira.  Arrulla un poco a tu bebé si es necesario, pero mantén la calma.  Todo será más fácil así.

Yo tengo muchas historias divertidas y algunas de terror, pero, la experiencia se gana haciendo las cosas (aunque siempre está bien aprender de lo que les pasa a otras mamás).

Encontrarás gente a la que le incomoda, aún estando cubierta, encontrarás gente que no para de hacerte preguntas, encontrarás todo tipo de gente.  Cada quien con los suyo.  Mi bebé tiene que comer, y si a alguien no le parece, nos juntaremos más adelante.  Por ahora, esta soy yo, y vengo con una personita pegada a mí, una personita para la que yo soy todo, no solo su mamá, sino su fuente de alimento también.

Mamá regresa a trabajar

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La mayoría de mamás sentimos una mezcla de emociones cuando nos toca regresar a trabajar después de la licencia de maternidad.  Con mi primer hijo fue difícil, no estaba lista ni clara de si regresar era lo que quería hacer.

Esta vez me tomé más tiempo, tuve la oportunidad de pasar unos meses adicionales sin goce de sueldo, y ahora luego de 8.5 meses fuera, regreso al mundo laboral.

Dejar a nuestros hijos siempre es difícil, ver sus ojitos al cruzar la puerta no deja de ser duro.  Me imagino que después de pasar tanto tiempo fuera también me costará adaptarme al ritmo de vida de ser mamá trabajadora.

Los pagos se hacían a tiempo, las compras de la semana estaban listas el lunes al medio día, si hacía falta algo, tenía tiempo para ir a comprarlo, y si estaba muy cansada después de una mala noche, podía simplemente no salir de casa.

Esto se acabó, mi vida ahora será: correr, correr, correr.

Y aunque en el fondo todavía me da tristeza perderme muchos «primeros» de mis hijos o  no ser yo quien los cuide, sé que lo que realmente me pone nerviosa es el cambio, tanto para ellos como para mí.

Pero dentro de todo, debo admitir que también me emociona… Me emociona volver a ponerme tacones todos los días, me emociona poder vestirme sin preocuparme mi ropa terminará con todo tipo de manchas imposibles de identificar, me emociona sentarme en una silla en vez del piso por unas horas, me emocionan los nuevos retos intelectuales, me emociona aprender cosas nuevas, y la verdad, también me emociona recibir un cheque cada mes.   Me emociona poder hacer tantas cosas.  Me emociona sentir esa ambición.

Y, aunque regresar a trabajar después de dos bebés es dos veces más difícil, es más fácil también, porque en el fondo, a pesar de las dudas, sé que todo estará bien.

DIY: Crayones de animales o figuras

Crayones animales Cuando necesites dar un detalle a varios niños o quieras darle a tu hijo algo divertido, o simplemente tengas muchos crayones rotos, puedes hacerlos en forma de animales o figuras.

Lo más importante es conseguir el molde que quieras.  Yo quería hacer unos de calabazas y fantasmas pero no conseguí el molde… así que utilicé uno de animales y a mi hijo le encantó.

¿Qué necesitas?Que necesitas crayones

  • Crayones de cera de diferentes colores
  • Molde de silicona con la figura que quieras
  • Tabla
  • Cuchillo
  • Recipiente

¿Cómo hacerlo?

Paso 1 crayonesPrimero necesitas quitar el papel de los crayones.

Paso 2 CrayonesLuego, cortarlos en pequeños pedazos.  Honestamente yo prefiero romperlos porque no me gusta ni soy muy buena con los cuchillos, lo importante es que los hagas pedacitos.

Hay varias opciones para derretirlos, yo intenté dos, en el microondas y en el horno.  Honestamente, a menos que vayas a hacer todos del mismo color, me pareció más sencillo hacerlos en el horno.

Paso 3 crayonesPaso 4 crayonesPara hacerlo en el microondas, coloca en el recipiente los pedazos de crayón, y calientalo por 2-4 minutos (dependiendo de tu horno).  Detén el horno cada 30-40 segundos para mezclar y ver cómo va la cera.  Cuando estén derretidos por completo, vierte la cera en el molde y déjalo enfriar.

Paso 3 crayones hornoPara hacerlo en el horno, simplemente coloca los pedazos de crayón en el molde, ya sea de colores o de un solo color, a 350ºF por 10-15 minutos.  Puedes ver cuando ya estén listos.  Coloca una lata de galletas abajo o un pedazo de papel encerado para evitar accidentes.

Paso 4 crayones hornoDéjalos enfriar.

Cuando estén duros, sácalos del molde con mucho cuidado, empujando de abajo hacia arriba.  Deben estar completamente duros para evitar que se rompan al sacarlos.

¡Listo!

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