Sales del hospital y tu bebé no

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Yo puedo decir que mis partos han salido súper bien.  No han sido perfectos, y probablemente para mí han sido horribles por el dolor, pero todo ha salido bien.

Ambos fueron inducidos, y ambos bebés tuvieron que quedarse en incubadora durante la primera noche.  Pero, mi primer hijo, tuvo que quedarse más que eso.

El tiempo que mi bebé pasó en el hospital no es nada comparado con el de otros.  Nacíó un miércoles, yo salí del hospital viernes, y él, domingo.  Fueron dos noches en casa solos.  Dos noches en las que lloré y no dormí porque pasé de sentirlo en mi vientre todo el día, a tenerlo en un hospital con horario de visita.

Ninguna mamá está lista para ese escenario.  Todas nos imaginamos ese momento de llegar a casa del hospital con nuestro bebé en los brazos, mostrarle la casa, su habitación, abrazarlo y besarlo, tenerlo pegado al pecho.  Pero, muchas veces eso no pasa, y sea 1 día o mil los que estamos separados, siempre se siente como una eternidad.

Mi hijo nació muy agitado.  Pasamos en labor casi 10 horas, yo venía de una gripe fuertísima con fiebre y tos, así que estaba tan cansada y adolorida que luego de la epidural me quedé dormida (si dormida, ya me habían dado otro medicamento para el dolor pero lo único que funcionó fue la epidural), así que dejé de hacer contracciones.  Mi hijo siguió intentando nacer y al final tuvieron que inyectarme más oxitocina para que pudiera dilatar por completo.  Todos los bebés al nacer reciben un puntaje llamado APGAR que determina si necesita ayuda con la respiración o está teniendo problemas cardíacos, mi hijo tuvo un puntaje más bajo de lo normal.  Así que después de darle un beso y sostenerlo unos segundos, se lo llevaron.

Esa noche fue horrible porque no podía verlo, estaba en incubadora y yo no podía dejar de estar preocupada, a pesar de que el doctor me aseguraba que todo iba bien.  Lo peor de todo era el vacío en mi vientre, después de meses de sentirlo moverse, de poder hablarle, de saber que estaba allí conmigo… No tenerlo cerca, es una situación difícil.  No sentí paz hasta la mañana siguiente que me lo llevaron ya cuando sus signos vitales se normalizaron.

Esa misma noche llegaron a buscarme para decirme que tenían que llevárselo de nuevo puesto que después de hacerle unos exámenes, habían determinado que tenía una infección e iban a empezar a darle antibiótico.  Me explicaron los horarios de visita, que podía ponerme el saca leches cuando no estábamos juntos para estimular mi producción de leche,  que todo iba a estar bien.  No podía parar de llorar.  Aunque fuera algo sencillo, no hay mamá que no quisiera que su bebé esté perfecto, y tenerlo en sus brazos.

Al día siguiente me explicaron que mi hijo tendría que quedarse en el hospital 72 horas por lo menos, que podía quedarme allí o irme a la casa.  Preferí irme a la casa.  No tenía sentido estar en el hospital si no podía verlo más que 3 veces al día por 1 hora.  Así que me tocó llegar a mi casa, ver su habitación, ver todo lo que tenía listo para él, y sentarme a esperar la hora de visita.

La gente te dice que aproveches a descansar.  Es más, hasta yo le digo a la gente que conozco que pasa por situaciones similares que descansen.  Pero ¿saben qué? Es imposible descansar.  Imposible.   Tu mente está en otro lado.  Ni siquiera me sacaba leche.  A pesar de que me bajó no podía sentarme con el sacaleches, el ánimo no me lo permitía. Lo que quería era sentir a mi bebé, quería dejar de preocuparme.

Todo salió bien y después de 72 horas llegamos a casa, pero no puedo negar que lloré muchísimo y me preocupé todavía más.

Admiro realmente a las mamás que pasan meses con sus bebés en el hospital.  Lo único que ayuda es saber que tiene los mejores cuidados posibles.  Pero el dolor de estar separados… No se compara.

Lo único que puedo decirle a otra mamá que pasa por una situación similar es que habemos muchas que estamos contigo.  Haya sido 1 día, 2 ó 3, entendemos.  Entendemos esa sensación de dormir sin tu hijo cerca a pesar de que tu sueño era hacerlo.  Entendemos el vacío en tu vientre y en tu corazón.  Entendemos las ganas interminables de llorar.  Entendemos los nervios y el estrés por que todo salga bien.  Entendemos el dolor de cruzar la puerta del hospital y que tu hijo se quede adentro.    Entendemos.  Quisiera poder decirte que descanses, y saber que podrás hacerlo. Quisiera poder decirte que todo estará bien.  Pero no lo sé.   Lo que sí sé es que hay muchas mamás que estamos dispuestas a acompañarte en esos días, noches o meses si lo necesitas.

Los días que me arrepiento de no haber estudiado medicina

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(Post in English below)

Hay momentos donde quisiera haberme casado con un doctor, o mejor dicho, quisiera que mi esposo fuera doctor.  A pesar de que en mi cabeza creo tener un diplomado en medicina por la universidad de «Google», avalado por WebMD, Clinica Mayo y sus similares, me daria un poco de paz – seamos realistas, muchisima paz – el que alguien me dijera que tienen cuando se enferman o supiera como tratarlos sin tener que recurrir a mi enciclopedia médica (Google) o bueno, ya después de tener ansiedad por haber pronosticado el peor escenario posible, llamar al pediatra.

Existirá la mama que el dia que su hijo se enferma no se estresa? A la que no le tiemblen las piernas o que no se siente insegura? Para mi, cada enfermedad, es un mundo de inseguridades… Y no es solo el miedo a los turnos nocturnos, ni a tener que darle miles de medicinas, es el miedo a no saber que tiene realmente y no saber que le duele o que puedo hacer para que mi hijo se sienta bien. Es en estos momentos donde mas me gustaria que mi hijo hable y me diga «Mama me duele la garganta», «me duele la cabeza», algo!  Algo que me haga saber como reaccionar.

Recuerdo todavía los primeros mocos, su primera nebulizacion, pero lo peor de todo es la primera fiebre que les drena la energía, que tu ves que se están sintiendo mal realmente, y qué hago? Empiezo la investigación en internet que da como resultado algo inimaginable, con cada post que leo la ansiedad aumenta exponencialmente.  Es momento de llamar al pediatra, lo cual debo aceptar que me da pena, seré la única a la que le da pena? Debo confesar que la mayoría de las veces hago que mi esposo llame, convenciéndolo de la posibilidad de que el diagnostico sea fatídico (como el que obtuve de mi investigación), y creo que a veces llama solo para tranquilizarme.

El día que mejoran, respiro de nuevo, cuando vuelvo a ver la energía y las sonrisas, siento que me quitaron un peso de encima, los mocos siguen allí, la tos sigue allí, pero verlos sentirse bien, me hace ser una mamá más feliz.

Ahora empieza una etapa mas difícil, enfermedades con una bebé en la casa.   He sudado frio, he llorado y me he convertido en la embajadora del uso de jabón en mi casa, las toallitas de Lysol son mis mejores amigas y el tenerlos aislados esta haciendo que aprenda a partirme en dos. Porque, si una enfermedad en mi toddler me pone nerviosa, la enfermedad en una bebé me da pavor (la pobre tuvo su primer resfriado a los 14 días).  La semana pasada empezamos de nuevo la racha, y mi hija de nuevo con mocos y tos, pobre bebé, si supiera que su hermano se enfermó por primera vez al año exacto… Aquí estoy en vela tras verla tosiendo, ahogándose, y pienso que difícil es ser mama y vivir preocupada por la salud de tus hijos, definitivamente es un trabajo 24/7.  No duermo de estar viéndolos, me levanto con el termómetro en la mano como si fuera mi varita mágica, y si pudiera cambiar lugar con ellos, lo haría sin pensarlo.

En fin, a pesar de todo, a pesar de llevar mas de 30 nebulizaciones esta semana, a pesar de los 10 viajes a la farmacia porque aunque de que juraste que seria el último cuando llegas a la casa te falta una medicina mas, a pesar de que ya me conocen en la farmacia porque soy la mamá ojerosa que llega a deshoras, a pesar de lo molesto, a pesar de mi hipocondría (que se multiplico x 1000 desde que soy mamá), a pesar de todo, estoy en paz porque por ahora fue un virus, un resfriado, con algunas complicaciones pero virus al final.  Es algo que se puede resolver, aunque el camino para llegar allí esta lleno de dudas e inseguridades donde creo que todas las mamas quisiéramos haber estudiado medicina.

There are moments in my life when I wish I’d have married a doctor, sorry, when I wish my husband were a doctor.  And even though in my head I am a doctor that studied in «Google» University, certified by WebMD and Mayo Clinic, I would find a little bit of peace, ok let´s face it, a lot of peace, if I had someone at home that could tell me what do they have or you to help my kids feel better, without having to Google it and ending up with a result that could not be worse.  

Is there a mom that when his kids are sick doesn’t worry? One that doesn’t feel insecure? For me, every disease is like opening up a door to my darkest insecurities.  And it isn’t just the fear of night shifts, or to give him a thousand meds, is the fear of not knowing what they’re feeling or what do they have, and the frustration of not being able to help them feel good.  Those are the moments when I wish my babies could talk and tell me «Mom, my throat hurts», «my head hurts», something! I just wish for them to tell me something so that I could help.  I still remember my son’s first runny nose, his first nebulization, but the worst of all is the first fever that drains their energy away, that you can see them feeling bad, so you start googling and your anxiety grows with each post you read.  It’s time to call the doctor honey, although I’m ashamed of calling him (I don’t know why).  Am I the only one who feels ashamed?  I must confess that most of the times my husband calls, after I convince him of the fatal result I found on the internet, and I think he calls just to calm me.  

The day they get better, I breathe again, when I see them all energized and smiling, I feel like they took this weight out of me, even though the snots are still there, the cough is still there, but seeing him feeling better makes me a happier mom.

Now I’m moving to a new stage, diseases with a baby at home.  I’ve cried, I’ve shivered and I became the No. 1 embassador of the use of water and soap at home, Lysol wipes are my best friends and isolating them has made me learn to be in two places at once.  Because if I get nervous with having a sick toddler, I cannot begin to describe what I feel with a sick baby (my poor thing had her first cold when she was 14 days old).  Last week it started, and my baby has stuffy nose and cough again, poor thing, if only she knew that her brother got sick for the very first time when he was a year old.  So here I am, sleep deprived after seeing her cough and gag, and I’m thinking that this is a really hard job, I’m constantly worried about my kids health, it is definitely a 24/7 job.  I do’t sleep watching them, I get up with the thermometer as if it were my magic wand, and if I could switch places with them I’d do it, in an instant.  

Anyway, despite all of it, despite I’ve done over 30 nebulization during this last week, despite the 10 trips to the pharmacy, because even if you swore it would be the last, when you get home there’s always something missing, despite that the pharmacist knows me by my hair and eye puffiness, despite how annoying this is, despite my hypochondriasis (which has been multiplied by 1000 now that I’m a mom), despite everything, it’s just a virus, a cold, or something similar, with a few complications but a virus in the end.  It can be fixed.  But the road to get there is filled with doubts and insecurities that makes us all moms wish we were doctors.