Desde que supe que iba a tener una hija, no podía dejar de pensar en que me encantaría que algún día pudiera tener una hermana. No sé si pasará o no, pero me gustaría poder darle ese regalo.
Quien haya crecido con una hermana, entiende, entiende lo que es crecer con una cómplice, con una amiga que siempre estará allí, con una alguien que ya sea más grande o más pequeña, siempre te dará consejos, con una compañera con quien llorar en esas noches con el corazón roto, con la única persona que te dirá que tu outfit es horrible con toda la sinceridad que se requiere.
La realidad es que, los hermanos hombres son mejores amigos, las hermanas somos almas gemelas.
Y aunque seamos diferentes, mi hermana y yo tenemos una relación que no separa nadie, ni la distancia, ni las peleas, ni los hombres, ni nada… Bueno, lo único que podría dañar esa relación es que una manche los zapatos nuevos de la otra, por eso es que simplemente no los prestamos.
Agradezco a mi hermana por ser quien es conmigo, si no fuera por ella, mi vida no sería la misma. Aunque nos llevamos 5 años, a veces parece que no nos llevamos nada. Gracias por siempre acompañarme a donde vaya, por haberme escuchado, por prestarme su ropa (aunque yo no siempre le presto la mia), por prestarla aún sin pedirla (aunque a ella sí debe pedir la mía), le agradezco haberme dejado llorar en su hombro, escuchar mi música en su carro, hacer la vida más divertida con sus ocurrencias, y bailar conmigo; pero sobre todo le agradezco por hacerme extrañar a una personita que no sé si va a llegar.
La verdad es que, agradezco a mis papás el haberme dado una hermana. Que suerte tenemos todas las que crecimos con hermanas, es lo mejor que la vida te puede dar.
Aunque hoy tengamos las manos llenas en nuestra familia de 4, aunque no sabemos si algún día llegará, siempre habrá lugar en nuestro corazón para ella, y en el de sus hermanitos también. Y bueno, si a mi hija no le toca tener una hermana, me tendrá a mi, y me toca encargarme de que no le haga falta nunca.